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domingo, 16 de mayo de 2010

Artículo de Oscar Contardo, publicado el 17 de enero de 2010 en Artes y Letras





Finalmente llegó el Bicentenario
¿y qué?
Los preparativos comenzaron con una década de anticipación, pero las expectativas se fueron desinflando.

Óscar Contardo


Durante las celebraciones del Centenario hubo un cierto desaliento que algunos calificaron como Crisis Moral. Una expresión despojada de las connotaciones sexuales que se le daría un siglo más tarde y vinculada al estancamiento económico y político del momento. Para el Bicentenario las cosas parecen estar en mejor pie. Nadie habla de una crisis, pero tampoco de logros satisfactorios. Quizás el mejor indicador de esa disconformidad ambiental sean los resultados que finalmente tuvieron los preparativos para la celebración del Bicentenario que pese a la anticipación con la que comenzaron no prenden el entusiasmo ciudadano.

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El Bicentenario, en sus dos dimensiones, como límite y como discurso, emerge una vez superado el referente "fin de milenio". Y termina sustituyéndolo de la misma manera que este último desplaza al referente "recuperación democrática", característico de una buena parte de los noventa. Pienso que esta lógica de reemplazo sucesivo determina la falta de sentido que inunda al hito Bicentenario, a medida que se aproxima la fecha anunciada, configurando una tendencia a olvidar muy rápidamente las distintas iniciativas puestas en marcha para su conmemoración.

Lo que se aprecia es una acumulación de obras públicas, actividades culturales, convocatorias de participación ciudadana, proyectos de intervención social operando a diversas escalas.

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La democracia nos aplastó. El Chile de los últimos años se desarrolló a partir de dar respuesta a las muchas demandas que produjo una sociedad que despertó tras largos años de una somnolencia protegida. Así llegamos a un Bicentenario que nos encuentra respondiendo a urgencias y no generando permanencias. Emblemáticos proyectos arquitectónicos rotulados con el "sello Bicentenario" nacen de imprevistos, como utilizar un terreno excavado para una estación intermodal que se desechó y se convirtió en el Museo de la Memoria o la reparación de un edificio incendiado como la remodelación del Diego Portales para convertirlo en el Centro Cultural Gabriela Mistral. Esto nos muestra la falta de capacidad de las élites actuales para pensar, focalizar y seleccionar un proyecto que de verdad pueda sentar las bases para una nueva ciudad de Santiago de aquí a 100 años.

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Cuando yo era niño se pensaba, por algún misterio inexplicable, que toda la tecnología y el esfuerzo humano debían estar dirigidos a la conquista de las estrellas. "Obviamente", pensaba yo (hijo de una familia extremadamente católica), pues debíamos prepararnos para arrancar velozmente cuando en el año 2000 bajaran los Ejércitos del Señor a hacernos puré. Seguramente el Bicentenario lo celebraríamos en alguna base lunar mirando en primera fila el Juicio Final y su hecatombe hirviente.

Llegado el momento, la desilusión es más terrible que el Apocalipsis. Es darse cuenta de que en Chile-Bicentenario no ha pasado casi nada. Para la gente común y corriente como nosotros, el Shock del Futuro no fue sino apenas una oleada de gadgets que nos permiten meternos de manera más eficiente en la vida de los demás. Que finalmente el glorioso futuro que habíamos previsto pasó de moda penosamente y quedó, paradójicamente, muy en el pasado en nuestra memoria. Que no hubo final terrible ni salto épico al infinito y más allá, sino más de lo mismo.

En Chile llegamos al Bicentenario nuevamente al borde del desarrollo , nuevamente convertidos en un ejemplo democrático y de orden fiscal para América Latina, mateos, ordenados, presos de un par de materias primas y con tensiones sociales graves por la mala distribución de la riqueza... en fin, no muy diferente a como estábamos en 1914, 1950 o 1989. El futuro de Chile resultó una estafa disfrazada con iphones, twitters, espanglish picante y mucho aroma a simulacro. Por debajo, todavía patrones e inquilinos travestidos, no queriendo ver que esto se mueve más lento que río de nutella, llorando una revolución llena de futuro que nunca llegó.



(Ver la noticia completa en:

http://diario.elmercurio.cl/2010/01/17/artes_y_letras/_portada/noticias/d7084fe8-c54b-4e87-bfe3-5b91b6340e65.htm)



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