Rodulfo Phillipi y su hijo Federico, Ricardo Latcham y Grete Mostny son algunos de los ilustres directores que ha tenido esta institución, fundada tan sólo 30 años después de nuestra Independencia, mucho antes de que abrieran otros famosos museos del mundo. Desgraciadamente, hoy su emblemático edificio está gravemente dañado, y se espera reabrirlo, parcialmente, ¡sólo en 2012!
Todo el presupuesto que tenían destinado a renovar y actualizar el túnel de Chile biogeográfico deberá ahora ser invertido en obras para que el noble edificio emplazado en la Quinta Normal no se desplome. En el salón central del museo, uno de sus muros está con peligro de caer y arrastrar consigo a todo el edificio, además de aplastar la zona de oficinas y la biblioteca especializada.
Fundado por Claudio Gay -que inicia, por encargo del Estado de Chile, un "gabinete de historia natural"-, hoy, de los 200 mil objetos que componen la colección antropológica del museo, se exhibe menos del uno por ciento. También falta lugar para la paleontología o las muestras botánicas. No se trata de exponer todo, pero sí es indicativo que una exitosa muestra sobre Rapa Nui, montada en gran medida con piezas de este museo, haya tenido que exponerse en otro lugar, en el Centro Cultural Palacio de la Moneda. "No tenemos suficientes salas de exhibiciones temporales", explica su director, Claudio Gómez.
Los depósitos también son restringidos. Todo está bien guardado, pero apretado. Según explica el jefe científico del museo, José Yáñez, a las piezas no se las comen las polillas, pero no es posible controlar la temperatura. También hay carencia de personal. Detalla Yáñez: "No hay ictiólogo, porque el que había se lo llevó una universidad por el triple de sueldo. Hay un entomólogo, cuando, dados los distintos grupos de insectos, se necesitarían ocho. Lo mismo con los vertebrados: hay dos personas, cuando se requieren cinco. En el área educacional, son cinco funcionarios para 400 mil visitantes".
Andrés Muñoz-Pedreros, biólogo de la UC de Temuco, destaca las riquísimas colecciones del museo, y el valor único de piezas como la Momia de El Plomo o de las tablillas parlantes de Isla de Pascua. También las colecciones de "tipos" -ejemplar primero sobre el cual se describe determinada especie de animal o planta: "por ejemplo, la de reptiles, es única". O la representación de mamíferos y aves recolectadas por Gay y Philippi. Y la de botánica, la más grande de Chile. A lo que se puede sumar la valiosa colección Gusinde (la mitad está en Chile y la otra en Viena).
"Tenemos que crecer en un cien por ciento, tanto en espacio como en personal". Así de simple y directo es el diagnóstico del director del museo. Construir un edificio que albergue las funciones internas del museo -investigación, conservación-, además de remodelar y reconstruir el tradicional edificio para uso exclusivo del público (con tiendas, cafetería, espacio para muestras temporales, etc).
Respecto de la gestión, Gómez considera necesario una autonomía que permita generar recursos propios: "Hace ocho meses espero el decreto del Ministerio de Hacienda para poder gastar una donación que nos hicieron. Además, la plata que recaudas va a un fondo, y nunca más la viste". Por eso cree que hay que tender, como en el resto del mundo, a una "hibridación" entre cosas propias de la supervisión pública (las platas, la conservación) y del emprendimiento privado.
Hace unas semanas, en el Día del Patrimonio, el Museo Histórico tuvo que cerrar varias veces sus puertas para contener al público y descongestionar el lugar. Su capacidad es, a estas alturas, claramente insuficiente para dar cuenta de la historia del país.
Hoy instalado en la céntrica Plaza de Armas -lo que lo transforma en un lugar con gran potencial turístico- sus salas no dan abasto para exhibir pinturas, muebles, objetos, mapas, fotos, monedas, textiles y un sinfín de piezas representativas de la historia de Chile, como la calesa de Marcó del Pont, retratos de Gil de Castro, el tradicional sillón presidencial, el perro embalsamado de Arturo Alessandri o los anteojos de Salvador Allende.
La escasez de espacio impide, por ejemplo, que se exhiba en plenitud -según cuenta Isabel Alvarado, subdirectora de Patrimonio- la valiosa colección textil y de vestuario, con vestidos y zapatos de distintas épocas y trajes de niños. La colección del siglo XX también presenta lagunas y hoy su muestra se basa, en gran medida, en fotografías y paneles.
Hernán Rodríguez, ex director del museo, apunta: "Prácticamente no está presente el siglo XX ni se pueden mostrar valiosas colecciones textiles, numismáticas o fotográficas ni motivar la formación de colecciones nuevas". "¿Cómo se forma una colección del siglo XX si no hay dónde guardarla, para qué decir exhibirla? ¿Cómo se motiva la filantropía o generosidad de los chilenos, si lo que donan va a una bodega?".
Sus depósitos están en orden y en las condiciones técnicas necesarias, pero al tope, de suelo a cielo; los algo más de cien metros cuadrados actuales deberían llegar a quinientos para cumplir con el estándar internacional de, eventualmente, almacenar toda la colección del museo (lo que incluye el crecimiento de la misma). También están colapsados los laboratorios: "Es un trabajo muy específico que, por ejemplo, requiere químicos que es necesario resguardar", ilustra la directora del museo, Ximena Cruzat.
Contar con más personal es imperativo. Para las trece colecciones del museo se necesitarían nueve curadores y hoy son tres (uno está a cargo de siete colecciones). Sólo se puede contar con dos vigilantes para 18 salas, lo que, para evitar riesgos, obliga a poner más barreras entre las piezas y los visitantes.
Por ello, cuenta Cruzat, se han planteado la construcción de un edificio de 2.200 metros cuadrados, de cuatro pisos y un subterráneo, con un costo de tres a cuatro millones de dólares. ¿Dónde? En el terreno que está detrás del museo, que hasta hace un tiempo estuvo en disputa con Correos. "Nuestro público es muy diverso (escolares, investigadores, adultos) y tenemos que ser capaces de hablarles a cada uno de ellos, seducirlos. Pero para eso necesitamos más espacio y recursos que permitan, por ejemplo, contar con tecnologías que motiven a una juventud híper conectada", explica Cruzat.
Ximena Cruzat no considera necesaria la autonomía respecto de la Dibam: "Allí se converge con pares cuya política apunta en una misma dirección: la conservación y difusión del patrimonio nacional", pero sí apoya una reformulación de la ley que rige a la Dibam, que data de 1929, para otorgarle mayor flexibilidad a su gestión.
El Museo Histórico hoy está cerrado por los trabajos de refacción post terremoto, pero esperan reabrir a fines de julio de este año, con la vista puesta en 2011, cuando se presume, al menos, tener lista la recuperación del subterráneo, como primera etapa del proyecto de ampliación que, en total, debería demorar al menos un año y medio: "Nuestra gran ambición -señala Cruzat- es que cada persona que venga a Santiago vea como un deber visitar el Museo Histórico".
De los tres museos nacionales, el de Bellas Artes es el único que ya abrió sus puertas tras el terremoto. Si en eso se aleja de sus pares, se hermana con ellos en la estrechez. El edificio del museo -obra estrella del Centenario- necesita pasar de los actuales 6 mil metros cuadrados a 14.500. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, "antes de recibir o comprar un cuadro tenemos que ver su tamaño", cuenta su director, Milan Ivelic. O porque los baños colapsan los domingos cuando se llenan con los visitantes que van de paseo al Parque Forestal.
Hernán Rodríguez, director del Museo Andino, habla de un "zapato chino" para graficar lo apremiante de una ampliación. Recalca que se trata de un edificio que sigue ocupando una infraestructura de hace 100 años: "Actualmente, el Museo de Bellas Artes está poniendo exhibiciones temporales, entonces no puede mostrar las permanentes. Se requiere un espacio de crecimiento generoso que le permita acoger las colecciones del siglo XX, que hoy no se están formando o caben apenas en sus depósitos".
La necesidad de una ampliación de este tradicional museo -que ha sido dirigido por figuras como Joaquín Díaz Garcés, Camilo Mori, Julio Ortiz de Zárate, Nemesio Antúnez y Lily Garafulic- es compartida en el mundo cultural. A Arturo Navarro le parece evidente que el espacio que actualmente utiliza el MAC debería ser parte del Bellas Artes.
Navarro también sugiere que debería tener una estructura como la de las corporaciones culturales, que le permita mayor independencia y le inyecte gestión al espacio: "Que, por ejemplo, le permita, si tiene sesenta millones de pesos para adquirir obras, trabajar esa plata y multiplicarla. Con la estructura burocrática actual, eso no se puede".
"La autonomía del museo sería para mí un sueño -dice Ivelic-. Yo siempre he pensado que los museos nacionales deben ser autónomos y por lo tanto tener su propio proceso administrativo, presupuestario y todo".
Ivelic acusa que existe una profunda asimetría con espacios como el Centro Cultural Palacio La Moneda: "Nosotros hemos colapsado, definitivamente. Y si el Museo Nacional de Bellas Artes, que es el que tiene la mayor y mejor colección de arte, carece de los espacios suficientes, qué queda para el resto de nuestros museos". Su ansia era que este año, en el centenario del museo, ya se hubiese estado haciendo la ampliación, pero no fue posible. "Esta cuestión -espeta- no puede esperar más tiempo".
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